Me encanta la huella que deja detrás esta pequeña historia. Nos sugiere algo importante, algo que el alma ya sabe y que el corazón necesita recordar a menudo… Deja que el silencio te la cuente también, que vaya de tu cabeza a tu corazón y que, de ahí, viaje por todo tu ser…
“Había estado buscando durante tanto tiempo que ya no le resultaba clara la razón para ello. Iba andando un paso tras otro, demasiado cansada para pensar. Hacía poco que se había caído en un matorral, en una loma resbaladiza, y estaba llena de magulladuras y rasguños, y ahora le resultaba demasiado difícil llevar a cabo los saltos audaces de otros tiempos. Al ver un río en la distancia se dirigió allí para beber y lavarse las heridas. Después se tendió bajo un árbol cercano pensando que, si pudiera descansar un poco sería capaz de proseguir su viaje con determinación revigorizada. Después de todo la búsqueda era importante. La búsqueda era lo único que existía.
Estaba a punto de quedarse dormida cuando se dio cuenta que había una anciana sentada cerca, a la orilla del río. La anciana, que había estado contemplando el agua, se volvió y le hizo gestos en silencio, abriendo los brazos con las palmas de las manos hacia afuera, como si dijera: “Simplemente esto”
Sí, simplemente eso, pensó la mujer al dormirse profundamente.
Cuando se despertó varias horas después, había anochecido y la anciana se había ido. Al levantarse, se dio cuenta de que algo era muy diferente. Las estrellas ahora eran puntas de alfiler brillantes dentro de su ser, su luz ya no viajaba desde la distancia, sino que era abarcada por su consciencia como prismas resplandecientes dentro de la inmensa extensión de sí misma. El río y su sonido, los árboles y su olor….todo existía ahora en una totalidad arrolladora, un lienzo multidimensional de color, formas y sensaciones. En un instante cayó en la cuenta de que siempre había sido así.
Sus inquietos pensamientos, que durante tanto tiempo habían sido sus únicos compañeros, desaparecían en el vacío en cuanto surgían, como si los succionara el espacio. Eran susurros en una catedral. Eran fantasmas, sin relevancia. Recordó la búsqueda, pero ahora la idea le pareció extraña, y no podía sostener el pensamiento de su importancia.
El silencio, por otra parte, parecía casi sonoro en contraste. Pasó el resto de la noche sintiéndose como un pájaro que había sido liberado de una jaula a un palacio de luz de estrellas, con el silencio enfatizado, de vez en cuando, por la palabras “simplemente esto”, aunque incluso estas palabras eran reclamadas por el…”
La idea misma de una búsqueda debe comenzar pensando que falta algo. Da por hecho la privación desde el principio ¿Y si supiéramos que no falta nada, que lo único necesario para la experiencia de vitalidad es estar vivos?¿Qué necesidad habría de una búsqueda?¿Qué es lo que esperarías? Puedes visualizarlo ahora mismo ¿Qué quieres del futuro? ¿Qué te daría si ya lo tuvieses?…Sea lo que sea, ¿ no está disponible ahora mismo en ti propio ser?. Poonjaji solía decir que cuando te des cuenta de esto, te empezaras a reír a carcajadas, porque lo que buscabas estaba siempre contigo, oculto a plena vista. Lo equiparaba a “buscar tus gafas, mientras las tienes puestas”.
En nuestros rincones más profundos hay una quietud completamente familiar. Ha estado ahí durante todas nuestras búsquedas y anhelos, así como durante todos los demás sucesos de nuestra vida. Es un lugar de paz, una consciencia observadora silenciosa que permanece fundamentalmente inmutable sin importar lo que ocurra…Al entrar en esa consciencia uno… se siente vivo de principio a fin…”
Extracto de “Presencia Apasionada” (Catherine Ingram)