La ética impregna el camino que seguimos, y a cada paso, nuestros valores se ponen a prueba. Los valores implican una elección, son como focos de luz hacia los cuales queremos dirigir nuestros pasos pues dan forma y sentido a nuestra dirección.
¿Qué es lo que realmente te importa? Si supieras que ibas a morir pronto, qué sería lo que realmente te importaría, aquello que tiene tu auténtica prioridad, y en lo que realmente merece la pena invertir toda tu energía… Es muy fácil enredarse en las complejidades cotidianas de la vida y perder la perspectiva de lo que realmente importa, ya que nuestra tendencia es a “distraernos” de lo que nos resulta molesto o incómodo, a través de adicciones de todo tipo, adicciones que adormecen nuestros sentidos, creando hábitos que acaban siendo familiares y que tienden a acentuar nuestro sentido del “yo”, separándonos del “otro”.
La vida es incierta y nosotros luchamos por encontrar certezas ilusorias que nos oculten la impermanencia de las cosas. Quizá por eso el más leve contacto con la muerte, el fin, la separación, parece poner de pronto las cosas claramente en su lugar, y nos revela el camino que tiene sentido para nosotros y los valores que lo inspiran.
Los valores son entes abstractos, la familia, la amistad, la fidelidad, la sinceridad, el compromiso, la libertad, la independencia, la solidaridad, la belleza…Sin embargo nosotros los hacemos realidad a través de acciones concretas.
Pienso que es bueno tener presentes cuales son nuestros valores, no siempre es fácil, pues a veces tenemos valores que parecen entrar en conflicto y que nos resulta difícil conciliar. Uno puede preguntarse ¿debo de seguir con mi pareja o romper la relación?¿debo aceptar este trabajo que significa un progreso en mi carrera o continuar en este que me permite pasar más tiempo con mi familia? Quizá dos o más de nuestros valores se hallen aparentemente confrontados; se nos plantea un koan. Este término japonés designa pruebas o situaciones que plantea la vida que no se resuelven de un modo simple y lógico. El hecho de mantener con intensidad tal dilema de forma presente nos puede llevar a una nueva claridad, que no es lo mismo que una solución del tipo “o esto o aquello”. Esta nueva claridad puede suponer una nueva dimensión vital.
A veces nuestros valores cambian con el paso del tiempo y conviene revisarlos.¿ Está nuestra conducta en la misma línea que nuestros valores? ¿Son las acciones que llevo a cabo día a día, las elecciones que tomo, inevitablemente una y otra vez, congruentes con aquellos valores a los que aspiro? Si esto es así seguramente que sentiré que la dirección que tomo tiene sentido para mí, me sentiré alineado en mi interior, en paz. No digo que esta dirección sea buena ni mala, simplemente que será un camino “con corazón”, en el que merece la pena gastar nuestra energía.
Por el contrario, si las cosas que hago, que digo, las elecciones que tomo en cualquier sentido no son congruentes con mis valores, seguramente que experimentaré un conflicto interior, insatisfacción o desasosiego…
Si estamos al tanto de aquello hacia lo que queremos ir podremos tomar acciones deliberadas en esa dirección mientras descartamos otras. Como dice el maestro David Brazier “la vida es una cuestión de amor y libertad”
Natividad Menéndez