Las primeras lecciones que recibimos en la vida tienen lugar en nuestra familia. Nuestros cuidadores nos enseñan de manera consciente e inconsciente. Estamos inmersos en la relación con y entre nuestros padres desde que hemos sido concebidos, se nos graba en el corazón, en la mente, cuerpo y espíritu…
Nuestros padres han colocado en nuestras manos un testigo, unos “talentos” que, nos gusten más o menos, es con lo que nos toca lidiar. Con el entendimiento y la experiencia que ellos tenían llegaron hasta donde pudieron y ahora es tarea nuestra tratar de llevar ese legado a un bien mayor o dejarlo como estaba. Esos talentos nos pueden parecer pobres, feos, maravillosos o extraños, da igual, es el barro que tenemos para modelar. Y es, a menudo, donde se encuentra nuestra oportunidad de crecer e ir más allá.
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El niño o la niña, que vivió todo eso, contiene nuestra inocencia esencial y gran parte de nuestro potencial. Tiene que ver con los modos del hemisferio derecho, el ser, sentir y vivenciar. Cuando esta parte nuestra es integrada vivimos con plenitud, sintiendo nuestras cualidades de amor, intimidad, entusiasmo, admiración, pasión, vitalidad, inspiración…pero si es rechazada por estar herida o simplemente es ignorada es fácil que vivamos un conflicto interno que nos roba la paz y nos conecta con la apatía, la confusión o con otro tipo de malestares como la depresión.
Nuestro adulto, que también contiene una gama completa de emociones, se manifiesta en el mundo según los modos de nuestro hemisferio izquierdo: hacer, decidir, pensar… Es nuestro adulto quien decide si acercarse o no al niño herido, es el adulto el que tiene el coraje de acercarse, escucharlo, aprender de él…Y , a su vez, es el niño quien conoce verdaderamente lo que necesitamos, cómo intimar, lo que nos divierte, lo que nos apasiona, lo que nos hace sufrir. Por eso es el niño el que posee la sabiduría de puede responder muchas de nuestras preguntas más importantes.
Recuperar el niño interno significa restablecer el equilibrio interno, dar voz y espacio al niño y recuperar su energía con el fin de salir más equilibrados al mundo. Es una tarea que nos pertenece, nadie más puede hacerlo por nosotros. A veces necesitamos ayuda para hacer esto puesto que se nos hace complicado acercarnos a ese niño herido o, simplemente, no sabemos cómo hacerlo.
En realidad, al estar niño y adulto viviendo en armonía abrimos el canal interior para escuchar la voz del Ser o del alma y conocer así algo más del sentido de nuestra vida.
Por eso la pérdida del niño interior quizá sea una de las tragedias más profundas que conlleva el proceso de “hacernos mayores”. Perdemos mucho de la magia y el misterio de la vida con ello, perdemos el contacto con nuestras sensibilidades, miedos y magia. Nuestro niño “vulnerable” quizá sea nuestro aspecto humano más precioso, lo que nos permite amar e intimar con otros, acercarnos a nuestra esencia
Este acto de recuperación es un acto de amor y aprendizaje por el que recuperamos la conexión interna y dejamos de sentirnos solos o perdidos en el mundo. Es como el ying y el yang interior, ambos se unen formando una unidad indisoluble que nos devuelve la confianza y el entusiasmo por la vida.
Hay muchos modos de acercarse de nuevo y volver a conectar con nuestro niño interior. A veces la escritura puede ser un buen canal para hacerlo….
Dibuja o visualiza un lugar en el que sientas que ´tú y tu niño o niña interior se sentiría completamente a salvo, como junto a un lago, en la playa, en una pradera, en una hermosa habitación…
Invita ahora a tu niño interior a entrar en ese cuadro…Visualízalo y pregúntate ¿es un niño o una niña?¿Cuántos años tiene? ¿Qué aspecto tiene?
Después de percibir su aspecto y lo que refleja, siente en tu cuerpo o que despierta su mirada en ti…Percibe los sentimientos que surjan o la falta de ellos…
Ahora escribe un diálogo, escribe con tu mano dominante, saluda a tu niño o niña, preséntate y pregúntale su nombre. Deja que tu niño interior responda escribiendo con tu otra mano
Dile a tu niño o niña que quieres conocer sus sentimientos, necesidades, gustos…dile lo mucho que lo echas de menos o simplemente lo mucho que te cuesta acercarte. Lo importante es la sinceridad. El padre o madre que nutre (el adulto que eres) escribe con la mano dominante y el niño interior con la no dominante
Deja que la conversación fluya como necesite hacerlo, sin forzar nada de un lado o de otro…Puedes terminar la conversación preguntándole al niño interior por una cosa especial que quiera de ti. Cuida que se trate de algo que satisfaga a los dos, tanto las necesidades del niño como las del adulto que es responsable y cuida de él. Asegúrate que realmente quieres mantener el acuerdo establecido con tu niño. En caso contrario, no hagas ninguna promesa porque eso decepcionaría a tu niño y le causarías más daño del que ya ha sufrido.
Agradece al niño con cariño su intervención, y si quieres volver a encontrarte con el , acuerda un lugar y un momento con él. Seguro que , si ha estado mucho tiempo abandonado o asustado, desconfíe de que vuelvas a pasar un tiempo “especial” con él o ella. Es por eso muy importante no faltar a una cita tan importante y tan rica para ambos.