Adictos

the-dependence-of-1875449_640

La adicción no es sólo un asunto que concierne a los que beben, fuman o se drogan; se trata de una tendencia muy típica que tenemos los humanos de intentar alejarnos de nosotros mismos buscando, de forma mecánica, ser alguien que no somos. Nuestras adiciones destruyen nuestra creatividad y hacen palidecer el brillo real de la vida condicionando nuestra experiencia una y otra vez…Nos obligan a girar en círculos, como hámsters en una rueda, limitando así nuestra existencia.

Podemos ser adictos a sustancias químicas, a procesos, a relaciones, a comer, a hacer deporte, a “estar conectados”, … Por supuesto hay adicciones que ponen en peligro nuestra vida y son las primeras que tratamos de evitar aunque ,en muchas ocasiones, las tendemos a sustituir por otras “adicciones menores”, pero, en todos los casos, tratamos de desoír los mensajes de necesidad que nuestro cuerpo tiene para nosotros.

roundabout-2614145_640

Es sabido que el contacto físico es una necesidad básica para el ser humano y, parece ser, que interferir en ello puede causar adicción (Whitfield, 1987) . La adicción nos aleja de la experiencia corporal directa con el mundo real, es como si dijéramos “esto me supera así que me largo de mi cuerpo ya”. Al hacer esto abandonamos la posibilidad de atender nuestras necesidades reales entrando en patrones de respuesta repetitivos que no nos sirven para satisfacerlas, sino, más bien, para empeorar drásticamente la situación.

Estos procesos adictivos pueden comenzar en momentos muy tempranos de nuestra vida porque nuestras necesidades primarias no fueran cubiertas de un modo u otro. Los bebés pueden llorar, gritar, retorcerse…dejando claras sus demandas, pero no siempre llega una respuesta o ésta puede ser inadecuada. El bebé puede entonces aprender que la respuesta a sus necesidades no aparece, ni aparecerá, y esto le puede causar un dolor profundo que su cuerpo expresa a través de sensaciones intensas. De este modo puede aprender que su cuerpo es malo, o que no es importante, o que es culpable de que otros se sientan mal. Es muy duro vivir creyendo esto y la opción habitual suele ser, como dicen, “matar al mensajero” y así le damos la espalda al cuerpo. ¿Cómo? Tratando de controlar la experiencia y, en definitiva, la vida.

Si “aturdimos” nuestros sentidos, no nos percatamos de las emociones…y así vivimos sumidos en una ignorancia inútil, puesto que, aunque no los sintamos, los sentimientos y emociones siguen allí, enterrados en lo profundo de nuestro corazón.

Mantener tal control supone un gasto de energía vital enorme, sacrificamos nuestra vitalidad tratando de vivir solo “la parte que yo quiero” de la vida, y tal gasto de vitalidad se traduce en un sufrimiento mayor que el que supondría vivir plenamente aceptando la verdad, aunque los sentimientos de tal verdad sean difíciles. Negar la verdad de lo que sentimos acaba generando un profundo rechazo hacia lo que habita en lo profundo de nuestro corazón. Y este rechazo a nuestra más tierna vulnerabilidad impulsará comportamientos y actitudes que lo alimenten y afirmen para mantenerlo vivo. Poco a poco  el proceso nos desconecta de nosotros mismos y del mundo real, lo cual a su vez nos hace comportarnos de un modo insalubre o no adecuado, viviendo así en un ciclo que se repite una y otra vez.

hamster-wheel-1014036_640

 

¿Cómo detener la inercia de este círculo vicioso? Digamos que la recuperación, entre otras cosas, pasa por revertir ésta pérdida de energía. En lugar de tomar cosas del mundo y recibir de forma pasiva y automática, podemos encontrar una forma de aportar o implicar de forma activa nuestra propia energía, ofrecernos al mundo lo mejor que podamos, “de todo corazón”, y eso nos devolverá la belleza y la vitalidad perdidas. La forma en que cada uno debe  hacer esto es absolutamente personal y única y muchas veces necesitaremos apoyo para poder conseguir abandonar “lo malo conocido”.

Muchas veces la pregunta “¿Qué hago por costumbre?, ¿qué estoy cultivando a diario?” puede ayudarnos a ver qué tipo de semilla germinará y en qué tipo de jardín viviremos. Si hay algo que necesitemos cambiar o ya no nos sirva, tendremos que pasar a la acción. Quizá haya hierbajos que pueda arrancar o malas hierbas que quiera extinguir, pero aun me quedará la tarea de plantar y cuidar lo nuevo que quiero en mi vida…Merece la pena que te preguntes entonces, “¿qué conducta favorece más tu bienestar, tu sensación de felicidad?” ¡Ve a por ella y pasa a la acción!

oilseed-rape-383279__340

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *